miércoles, 2 de marzo de 2011

Acero

Como me gustaría poder empuñar una espada como Dios manda.

Honor y gloria. Filo contra filo. Observar cara a cara al adversario. Nada de fronteras, nada de lejanías. Tan solo el mejor movimiento, el mejor momento oportuno...

Siempre con honor. Nunca dar la espalda, jamás dejar a un amigo atrás. Fundamentos y principios de la vida de un espadachín.

Hoy en día solo hay cobardes y necios que atacan a distancia. Te atacan con la sangre coagulada, sin necesidad de ser fría. Tan solo importa el que te mueras y te desangres poco a poco en la sociedad, en tu mismo ser o en el mismo destino.

Te apuñalan por la espalda la gente que más creías a tu lado. No puedes poseer, un escudero en el que apoyarte, una dama por la que combatir. Falsos amores te lo hacen creer. Suerte de mi de encontrar una verdadera doncella por la que luchar. Pero hay tantos abatidos por la daga del amor que no son capaces de volverse a poner en pie... Pobre de ellos.

Y en justo en ese momento en que tu espada a derribado la del rival. Justo en el momento en que la punta de tu arma avanza hasta su cuello para desangrarlo... en ese momento, miras a la muerte a la cara. En ese momento, eres un hombre.

Cuanto anhelo poder hacer eso... pese a la cobardía del mundo...

Pero a veces, me pregunto... ¿Soy capaz de arrebatar la vida de un hombre del cuál me he batido a muerte?

Nunca sabré la respuesta....

Maldición.



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